Asi como no existen normas universalmente válidas para el arte, tampoco existe una “calidad artística” absoluta. La calidad debe servir siempre como sucedáneo cuando un criterio absoluto para el buen arte no puede ser admitido y aun asi éstos persisten tácitamente. Tanto la calidad, como el arte mismo, necesitan de criterios.

La calidad, como el arte, requieren de criterios a los cuales conformarse. En cualquier caso, es más simple delinear criterios de calidad para un arte de intervención. Es más simple establecer criterios para un arte cuya meta es establecer mejoramientos concretos en la coexistencia social que lo es para el arte tradicional, cuyos juicios de calidad permanecen subjetivos en tanto no existan criterios precisos.

La eficiencia es un criterio no compatible con ciertas nociones del arte. De acuerdo a estas nociones, el arte está más relacionado a la genialidad. Va mas allá de los estándares convencionales y no puede ser medido por estos estándares. El arte activista de WochenKlausur tiene poco en común con estos conceptos de calidad artística. Busca más bien alcanzar resultados a través de esfuerzos concentrados y, ciertamente, involucra innovación y creatividad. En contraste con el arte convencional –el cual puede presentar cualquier resultado como éxito- el arte intervencionista debe establecer desde el inicio de su trabajo sus intenciones y propósitos.

Cuando en la base del arte se encuentran conceptos diferentes, las calidades no pueden ser comparadas una con la otra. Si, por ejemplo, alguien salta sobre una valla de dos metros, la actuación se mide viendo si tuvo éxito sin considerar su belleza o la lejanía del salto. Si el arte tiene o no calidad es simplemente un asunto de si se conforma a cierto criterio predefinido o no.