Como en ningún otro campo cultural, las artes gráficas se han aislado y se han cerrado. Se han hecho concientes de las infinitas posibilidades de la estética y han jugado sus últimas estrategias de avantgard. Es como el entretenimiento, que se subasta a si mismo, y que en una amplitud de variantes siempre cada vez más graciosas, en algún momento se desploma.

Luego de todas las magníficas fiestas para la vista y para el ojo en el arte, uno constata sin aspavientos que, en vista de los casos reales duros, esta forma de entretenimiento en el arte se ha convertido en vanidad. Un debate artístico que simplemente sirve como lectura de entretenimiento entre dos insolencias políticas, como los cortes de subvenciones para gente discapacitada y las leyes cada vez más crueles en las políticas de asilo, no es más que un nudo de camisa en la burguesía satisfecha.