En realidad, son menos los especialistas fuera del campo del arte que temen alguien podría estar embrollando sus negocios. Ha sido y es el mismo gremio, el arte establecido, que se siente por si mismo amenazado. Hay el temor de que el arte se pueda disolver si se desvia mucho hacia terrenos sociopolíticos. El escenario artístico se preocupa de que a través de la aceptación del arte políticamente activo, el arte abandone sus antiguos senderos trillados por la sociedad. Senderos agradablemente privilegiados incluso aún cuando no conducen a ningún lado. La comunidad artística está preocupada de perder su identidad y su existencia.

Porqué entonces a nuestra concepción de arte no se le permite disolverse? Si es importante, ella continuará existiendo. Si es obsoleta, tendrá poco sentido apoyarla por su propia voluntad. Aparte de ésto, cualquier temor es injustificado: solamente revela que un establecimiento conservador está aferrándose, apretadamente, a sus privilegios elitistas. En este siglo han habido innumerables intentos infructíferos de deshacerse del concepto de arte manifesto. Cuando aún era fácil causar fuertes impresiones y/o escandalizar con algo nuevo, el concepto de arte fue ampliado para incluir objetos cotidianos o tecnos, cosas que eran consideradas disgustantes o prohibidas. La mayoría de estos intentos fueron finalmente absorbidos por los presentadores tradicionales del arte y aterrizaron, exitosamente, en museos en donde se espera una concienzuda escritura en la historia del arte. Asimismo, hoy en dia no hay necesidad de hablar sobre la disolución del arte, más bien sí sobre su transformación. Y ésto solo puede hacerle bien.